jueves, 19 septiembre de 2024

El Tercer Ojo

Noticias de Tarija y Bolivia (Seguridad/Policial/Judicial)

Sin exploración, Bolivia padece por falta de combustible y de dólares

En los pasados días, la crisis por los hidrocarburos ha tomado un nuevo ímpetu. A las largas filas para la compra de diésel, se han sumado bloqueos de agotados transportistas y la incertidumbre si la provisión de los combustibles será permanente. En poco más de un año, cambia el perfil hidrocarburífero de Bolivia. Produce cada vez menos y compra cada vez más. Y a ello, hay que añadir la falta de dólares, la divisa estadounidense que pone en evidencia que desde el Estado se dejó de lado hace unos años la exploración.

Pero ¿cuál es el meollo del asunto? Un ejemplo simple es imaginar una máquina de coser con el que se realiza prendas, pero la misma no ha recibido mantenimiento. No le han cambiado repuestos y mucho menos se ha buscado renovarla. Entonces, dejará de funcionar, por lo tanto, la ropa ya no se fabrica. La factura es que los ingresos caen. Algo similar ocurre en Bolivia, la falta de exploración y la ausencia de nuevos pozos para la explotación hicieron que se exporte menos hidrocarburos, no se abastezca la demanda interna y haya menos dólares.

Bolivia se ha convertido en un país importador de hidrocarburos y la situación podría ser peor; “a fines de año, el país será importador de Gas Licuado de Petróleo (GLP) y desde 2029, de gas natural”, alerta el exministro de Hidrocarburos, Álvaro Ríos.

La viceministra de Comunicación, Gabriela Alcón, afirmó que Bolivia se ha convertido en un país importador de combustible debido a que no se hizo una exploración oportuna. Según la autoridad, el país importa más del 80% de diésel. 

Cae la producción de hidrocarburos

El experto en hidrocarburos de la Fundación Jubileo, Raúl Velásquez, indica que la producción de los hidrocarburos líquidos en Bolivia ha caído en 53% con relación a lo que se producía en 2015. Ese año, el país producía cerca de 63.000 barriles de hidrocarburos líquidos por día y a julio de este año, cayó a 28.600 barriles por día.

La caída desde el 2015 se debe a varios factores, entre los más principales: la política hidrocarburífera, que aplica una subvención a los precios para el consumidor, la falta de incentivos a la exploración petrolera en Bolivia y la ausencia de una nueva ley sectorial, dice Velásquez. 

La consecuencia de esa política es el agotamiento de las reservas de petróleo y gas natural, que se han vuelto insuficientes para abastecer la demanda interna de gasolina y diésel. Además, el Estado debe abastecer a un parque automotor cada vez más grande y que creció por lo menos seis veces en los últimos 20 años; de 490.000 vehículos a 2.500.000 en el 2023.

Ríos, además, menciona que este problema se debe a que toda la responsabilidad exploratoria está en manos de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) porque el modelo económico boliviano es del “Estado empresario”.  “Ahora YPFB tiene que importar combustible, transportarlo y distribuirlo, explorar, y otros, pero los recursos no le alcanzan para todo y cuando lo hace, el Estado es ineficiente. Estamos ante un Estado fallido, un modelo económico con el Estado como principal actor de la economía”, expone el exministro.

SIN DÓLARES PARA DIÉSEL

La falta de exploración en el país no solo es causante de la escasez del combustible, sino también contribuye a la falta de la divisa estadounidense. El Estado no tiene dólares suficientes para importar el diésel y la logística se complica cuando debe importar más carburante y debe estar buscando dólares.

“Al exportar menos gas, recibimos también menos divisas y desde el 2015 hubo menor ingreso de divisas al país por exportaciones de gas natural. Para comprar el combustible en el mercado internacional, el país necesita divisas”, explica Velásquez.

Para Ríos, “estamos sumidos en una profunda crisis energética. Nos estamos desangrando, la ausencia de dólares en el país tiene que ver en gran parte con que estamos comprando 3.500 millones de dólares este año de combustible y el 2029, será 5.500 millones de dólares y ¿de dónde vamos a sacar? Ese es el tema de fondo”, explica.

El 2014 se exportaba 6.000 millones de dólares en gas natural y se importaba 500 millones de diésel. La diferencia es abismal con este año, porque se importará 3.500 millones de dólares y se exportará 1.700 millones de dólares en gas natural.

Y, ¿LA SUBVENCIÓN?

Velásquez indica que Bolivia pasa por un problema fiscal hace 10 años, ya que la subvención no se puede sostener. El combustible en Bolivia está subvencionado hace 20 años, y no distingue a las personas que realmente lo necesitan.

¿Cómo funciona? El país importa el carburante a un precio internacional y lo vende en el país a un precio subvencionado, es decir, el Estado subvenciona dos tercios y  el consumidor paga un tercio de ese precio.

“Esos dos tercios que el Estado subvenciona genera un enorme problema fiscal. Desde el 2014, resultado de la caída de la producción de gas natural que nos ha llevado a exportar menos combustible, el país no tiene los suficientes ingresos fiscales para seguir cubriendo este gasto que implica la subvención”, indica Velásquez.

El alivio de corto plazo y la solución

En definitiva, la solución estructural es el incentivo a la exploración porque Bolivia necesitará gas natural, diésel, gasolina, GLP por los próximos 40 años, asegura Ríos. Y para aquello, se requiere una nueva ley sectorial.

No obstante, una solución a corto plazo es permitir al sector privado la importación de carburante para su autoconsumo, lo que significa que lo compre a precio de mercado.

“Ya se hace”, indica, pero menciona que es muy difícil obtener permisos para el sector privado. “Hay que agilizar eso para que los que puedan, se traigan, porque estamos viendo que el Estado no puede abastecer, el que quiera comprar combustible tendrá que esperar”, dice.

La medida más importante y estructural es una nueva ley de hidrocarburos, una que fomente la exploración con la participación de las empresas petroleras internacionales. Velásquez además asegura que hace falta “políticas de ajuste estructural”, que incentiven la exportación y el flujo de divisas.

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