El exmandatario brasileño Luiz Inácio Lula da Silva presenta este sábado su candidatura a las elecciones presidenciales, para las que todas las encuestas lo sitúan como favorito por delante del actual gobernante, Jair Bolsonaro.
Doce años después de dejar el poder con una histórica aprobación (87%), el ícono de la izquierda brasileña, de 76 años, formaliza en Sao Paulo su participación en unas elecciones que se perfilan altamente polarizadas y cuya campaña arranca oficialmente en agosto.
Todo apunta a que los comicios se reducirán a un duro combate entre este exobrero metalúrgico, que presidió Brasil entre 2003 y 2010, y el excapitán del Ejército llegado al poder en 2019, dos enemigos políticos con propuestas completamente antagónicas.
Los últimos sondeos otorgan al líder del progresista Partido de los Trabajadores (PT) cerca de un 45 % de las intenciones de voto, frente al 30 % que obtendría Bolsonaro, líder de la extrema derecha brasileña, en los comicios del próximo 2 de octubre.
Últimamente, el exmandatario ha multiplicado los traspiés, con declaraciones sobre el aborto, las clases medias -cuyo apoyo es esencial-, o la policía. En Time, dijo que el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, es “tan responsable como Putin” de la guerra. El escritor Paulo Coelho denunció en un tuit la “incontinencia verbal” de Lula. Pasos en falso que han obligado al equipo del exmandatario a redefinir su estrategia de comunicación, que por ahora no ha podido contrarrestar la superioridad del bolsonarismo en las redes sociales.
En el acto de este sábado, Lula, cofundador del Partido de los Trabajadores (PT), impulsa un movimiento de reconstrucción de Brasil, junto a los partidos y colectivos sociales con los que ha ido tejiendo alianzas. Al mismo tiempo presenta oficialmente al que será su compañero de fórmula para la vicepresidencia, el exgobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin (69), quien participará por videoconferencia tras dar positivo al covid-19. Alckmin es una figura moderada y poco carismática, pero bien vista por la clase empresarial.
Lula fue condenado a prisión en el marco de la megaoperación anticorrupción Lava Jato. Según él, fue víctima de una conspiración política para impedirle presentarse en las elecciones de 2018, en las que era favorito y que terminó ganando Bolsonaro.
La semana pasada, el Comité de Derechos Humanos de la ONU también consideró que no había sido juzgado con imparcialidad.
El ‘antipetismo’ moviliza en buena medida a votantes de Bolsonaro y es el mayor obstáculo a vencer por Lula en la campaña, en la que intentará seducir a los evangélicos y al agronegocio, dos pilares del bolsonarismo.
Fuente/rfi.fr
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