Ucrania cubre la mitad de las exportaciones de aceite de girasol del mundo y junto a Rusia producen el 25% del trigo mundial, lo que tendrá efectos en la demanda de harinas argentinas y puede encarecer el producto en Bolivia.
La guerra en Ucrania tiene un impacto directo en el suministro y el precio de los alimentos, ya que tanto Moscú como Kiev son importantes exportadores de recursos clave para su producción y va a alterar todas las cadenas habituales en todo el mundo.
La situación es especialmente grave teniendo en cuenta los problemas que se arrastraban desde el inicio de la pandemia, con una importante subida del precio de la cesta de la compra. Esto puede complicar la seguridad alimentaria de muchos países, provocando crisis sociales como ya ocurrió hace una década con las revueltas árabes.
Ucrania y Rusia como exportadores clave
Ucrania es un importante exportador de productos alimentarios como los cereales, las semillas, las harinas y los aceites de girasol. Concretamente, el país supone la mitad de las exportaciones de aceite de girasol del mundo, y si sumamos a Rusia, ambos países alcanzan el 25 % de las exportaciones mundiales de trigo. La guerra puede provocar una disminución de parte o la totalidad del suministro, provocando escasez y subidas de precios.
El impacto de la energía en los precios
Otro aspecto fundamental en el precio de los alimentos es el de los fertilizantes y los abonos, para los que se necesitan insumos como el gas y el petróleo. Rusia produce alrededor de 11 % del petróleo y 6 % del gas a nivel mundial y es un importante exportador de fertilizantes.
La guerra afectará al suministro de estos productos, lo que se trasladará directamente al precio de los alimentos. De hecho, la recuperación económica del 2021 afectó a los precios del gas, provocando situaciones muy difíciles para las fábricas de fertilizantes. En consecuencia, el precio de los fertilizantes se multiplicó por tres en año y medio, todo ello antes del comienzo de la guerra.
Bolivia en la coyuntura económica de la guerra
Ni Rusia ni Ucrania son socios comerciales especialmente relevantes para Bolivia, ni en materia de importación ni en materia de exportación, de hecho, la balanza comercial es muy negativa, pero el conflicto igualmente amenaza con afectar a las finanzas del país, sobre todo si se alarga en el tiempo.
Ahora, el problema principal viene por el impacto en los mercados internacionales que está provocando la guerra, con desabastecimientos de productos clave que van a cambiar los flujos comerciales.
Es el caso de la harina de trigo o morcajo (Tranquillón) que es el tercer producto más importado en Bolivia por la vía legal con 127 millones de dólares, y que mayoritariamente llegan desde Argentina. Los precios en el mercado mundial del trigo – Ucrania y Rusia producen el 25% mundial – ya están subiendo y se prevé que el trigo argentino pase a ser apreciado por los compradores europeos.
De igual manera se prevé un fuerte impacto en el mercado del carburante, pues el barril de crudo ya ha superado ampliamente los 100 dólares. En Bolivia tiene un doble impacto, por un lado favorece el ingreso por la venta de gas y por el otro, perjudica en tanto se dispara la subvención a los hidrocarburos.
El primer producto importado son los combustibles: el diésel con 700 millones de dólares en el año pandémico 2020; 82 millones en gasolinas sin plomo 90-95 y 46 en la gasolina sin plomo 87-90.
En el PGE de 2022 se prevé un barril de petróleo a 50,47 dólares, lo que ya supone una subvención de 4.794 millones de bolivianos, por lo que fácilmente, de mantenerse los precios encima de cien dólares, estaríamos superando los 12.000 millones de bolivianos de subvención, mientras que el incremento de la renta petrolera es más subjetivo y vinculado a la capacidad de producción y de demanda.
Por otro lado, la caída de ventas de fertilizantes puede abrir mercados para la planta de urea en Cochabamba.
FUENTE/EL PAIS
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