La capital pandina se encuentra en la zona más baja de la cuenca y recibe el mayor golpe del caudal que viene desde Perú y Brasil
La deforestación dejó ‘indefensa’ a la ciudad de Cobija, que vive el peor desastre de su historia. La capital pandina siente el impacto de la devastación de la cuenca del río Acre, que perdió el 26% de sus bosques dentro del territorio boliviano.
El panorama en la capital pandina es desolador. El nivel de agua cubrió barrios enteros y expulsó de sus viviendas a más de 1.100 familias. El drama de la gente con el agua hasta el pecho, saliendo en lanchas en busca de cobijo y casas cubiertas completamente por el lodo, se dio luego de la crecida histórica del río Acre, que superó los 17 metros, sobrepasando todos los registros conocidos.
Pando sufre los efectos de los eventos climáticos y meteorológicos, pero son los datos de la deforestación los que ayudan a explicar el desastre.
La cuenca del río Acre perdió 40.399 hectáreas de bosques en seis décadas, lo que equivale a un 26% de su cobertura boscosa, solo en el lado boliviano, según datos de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN). Se sabe que en el lado brasileño la afectación es mayor.
Esta situación dejó desprotegida a la capital pandina, que se encuentra en la parte más baja de la cuenca y recibe el mayor caudal de agua.
La directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la FAN, Marlene Quintanilla, explica que el Acre es una cuenca trinacional (abarca Perú, Brasil y Bolivia).
Nace en Perú, se extiende por Brasil y tiene su parte más baja en Cobija, que es el sector que recibe el mayor golpe del caudal. Los sectores más altos están en el lado peruano y brasileño, y en su pico alcanza los 430 metros de altura sobre el nivel del mar, pero en Cobija la altura del terreno está solo a 170 metros sobre el nivel del mar. (Ver infografía ).
“Las lluvias se están dando con mayor intensidad en la cabecera de la cuenca y el cauce, que es como un embudo, va colectando el agua y la lleva a la parte más baja, que coincide con Cobija”, señala Quintanilla.
Esta vez, el impacto ha sido mayor debido a la destrucción de los bosques de la cuenca del Acre, que sirven de protección natural. Según datos de la FAN, entre 2005 y 2007 se registró la mayor pérdida de bosque, con casi 6.000 hectáreas devastadas. Si bien la deforestación ha disminuido, los daños han cambiado la respuesta hidrológica de los ecosistemas, principalmente porque se han eliminado bosques ribereños.
“Estas servidumbres ecológicas protegen de manera natural ante estos eventos de inundaciones, pero, al haberse eliminado los bosques en las riberas, aumentó el riesgo de inundación”, dice.
Además, al ser una cuenca trinacional, el daño que se hace en los otros países repercute en Bolivia. De hecho, el escenario de deforestación es mucho más grave en el lado brasileño, donde el cambio de uso de suelo impulsó la tala de la vegetación para ganadería y agricultura.
“Todo lo que está pasando fuera de Bolivia afecta directamente a Cobija, porque es una cuenca que está siendo compartida por tres países y la naturaleza no mira fronteras. El agua corre por donde tiene que fluir y lamentablemente la parte más baja es Cobija”, remarca.
Lamenta que la vegetación que debía absorber todo el agua ya no está, por eso se generan grandes riadas y el impacto ahora es mayor que hace dos décadas.
Al respecto, la alcaldesa de Cobija, Ana Lucia Reis, señala que Cobija es parte de la Amazonia, que es uno de los espacios más importantes del planeta y también una de las áreas protectoras que más ha sido afectada con la deforestación.
“La Amazonia tiene los bosques que garantizan el agua y está llena de biodiversidad, pero la vegetación está siendo talada, quemada y se están contaminando los ríos con tantos químicos por la minería y la falta de conciencia. Todo lo que ocurre, cada árbol que se corta afecta al ecosistema y a todo nuestro planeta. Tenemos que tener conciencia del cuidado que merecen todos los bosques para no sufrir estos desastres”, dijo la burgomaestre pandina.
Cambio climático
La naturaleza cobra facturas funestas por la deforestación que viene de la mano del hombre. El número de damnificados no deja de crecer en el país que ha vivido episodios con cambios drásticos de la naturaleza.
El país apenas terminaba de combatir el fuego y la sequía, que agobiaba a las familias, cuando se registraron las primeras inundaciones que empezaron a golpear las diferentes regiones y ahora tiene a Cobija bajo el agua.
Beni fue el que más sufrió con las llamas, pues el 13 de noviembre se declaró en desastre por los incendios y sequía. De ese episodio, apenas había transcurrido un mes, cuando en el municipio de Tipuani, en La Paz, ya enfrentaba emergencias por desbordes de ríos y las familias comenzaban a perder sus viviendas, pertenencias y sembradíos.
Y en medio de los desastres por inundaciones, en Cochabamba, donde también se están registrando desbordes, la Gobernación informaba que las autoridades calificaban como exitoso el tercer bombardeo de nubes que se llevó adelante en la parte sur de la cuenca del río Sulty.
“Tras una hora y 31 minutos de sobrevuelo, se realizaron 42 disparos en 16 nubes de los municipios de Alalay, Punata, Anzaldo y Tarata, utilizando 175 cartuchos de yoduro de plata”, informaron.
Todos estos contrastes ponen en jaque a las familias, pero detrás del escenario de desastre está la deforestación en los bosques, la ocupación de áreas inundables y el desvío de los cauces de ríos, que son los principales agravantes de las inundaciones en Bolivia.
“Lo que está sucediendo es que, a escala global, todo el impacto del cambio climático produce fenómenos distintos en cada cierto periodo y este año estamos con el fenómeno del Niño. Hemos tenido sequía extrema y el otro ángulo de este fenómeno es que también se generan precipitaciones bastante intensas. Suele ocurrir y sucede que lo que antes llovía en un mes ahora cae en un día o una semana”, indica.
Además, asegura que Bolivia está dentro de los países más vulnerables por la deforestación, ya que en la última década perdió 3,5 millones de hectáreas de sus bosques.
Según la plataforma Global Forest Watch, desde 2002 hasta 2022, Bolivia perdió 3,7 millones de hectáreas de sus bosques primarios húmedos. En ese lapso se afectó un 9,1% del bosque primario húmedo. Asimismo, el 62% de la masa forestal afectada se dio como consecuencia de la deforestación. El informe muestra que Santa Cruz es el departamento con más daños, con 5,2 millones de hectáreas devastadas.
Fuente/eldeber.com.bo
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