La polarización social y política que vemos a diario desde todas las ópticas posibles no es resultado de un hecho o fenómeno puntual o concreto; por el contrario, es una construcción que se nutre de múltiples causas y procesos que tienen un largo proceso de maduración. Uno de los escenarios más propicios para alimentar a largo plazo la polarización y los discursos hegemónicos es, y siempre ha sido, la educación.
Por ello, aunque se rasguen las vestiduras para negarlo las autoridades de antes y de ahora, una de las tareas sistemáticas que ha emprendido el MAS desde que entró al poder en 2006 es la elaboración de contenidos educativos que apoyen su retórica y sean funcionales a su proyecto político a largo plazo.
Textos escolares utilizados como medio de propaganda política y de ideologización de las mentes jóvenes en etapa de formación vienen siendo parte de la currícula educativa boliviana hace ya varios años. Sin embargo, de acuerdo a un reportaje de investigación de Página Siete, en los últimos dos años, los mensajes se han vuelto más directos y refuerzan con ejercicios no sólo una ideología, sino una versión de la historia recortada a conveniencia del partido de Gobierno.
“Si el Estado boliviano quiere potenciarse, la empresa privada ligada al imperialismo tiene que desaparecer o ser fuertemente controlada”, recita un texto escolar público correspondiente al último grado del bachillerato en Bolivia. De este ejemplar se repartieron miles de copias en todo el territorio nacional para llegar a la mayor cantidad de mentes adolescentes en etapa de formación.
Para las autoridades educativas –incluido el exministro de Educación Roberto Aguilar, quien estuvo al frente de esta cartera por más tiempo en el MAS– eso no constituye un “adoctrinamiento”; es más bien el resarcimiento de una responsabilidad y hasta una cruzada. En una extensa conversación para el mencionado reportaje, el exministro defendió la idea de que no existe adoctrinamiento en los textos, sino la transmisión de una ideología. “Lo primero no es igual a lo segundo. Adoctrinar es imponer una forma de pensar, pero ideologizar es difundir una forma de ver y entender el mundo”, recalcó.
A la luz de las evidencias –que son los propios textos escolares con los que se forma a los estudiantes de las escuelas públicas de todo el país y que Página Siete se ocupó de revisar y registrar–, la diferencia que hace Aguilar es un eufemismo. En la definición de la Real Academia de la Lengua Española, “adoctrinar es inculcar a alguien determinadas ideas y creencias”. No parece haber lugar a dudas sobre la intención expresa de colocar ciertas premisas y mensajes tan explícitos en los textos de los estudiantes bolivianos.
Con todo, hay que decir que el adoctrinamiento en las aulas bolivianas no es algo exclusivo del actual partido de Gobierno. Esto ya se vivió en décadas pasadas cuando los partidos neoliberales detentaban el poder. Sin embargo, según expertos que analizaron el problema, con el MAS el adoctrinamiento se profundizó y se lo hace sin el menor reparo.
¿Cuáles pueden ser las consecuencias de años y miles de páginas impresas con ideas que refuerzan un determinado proyecto político, ideas establecidas y principios que buscan homogenizar el pensamiento de los jóvenes de todo el país? Por supuesto que no se puede esperar que algo positivo, que eleve la calidad de la educación o que aliente el pensamiento crítico de los jóvenes pueda resultar de este intento, que más bien promueve todo lo contrario: generaciones alienadas a un solo discurso y con escasísima capacidad de análisis y tolerancia a otras ideas.
Lo terrible es que mientras algunos padres de familia advierten este riesgo, la instrucción para todo el esquema de formación pública sigue operando con estos contenidos sin que nadie pueda impedirlo. El derecho a la educación es indiscutible, pero no es una carta en blanco para que los gobernantes busquen a través de ella adoctrinar y someter el pensamiento crítico de una sociedad.
Textos escolares utilizados como medio de propaganda política y de ideologización de las mentes de los jóvenes en formación.
El derecho a la educación es indiscutible, pero no es una carta en blanco para que los gobernantes busquen a través de ella adoctrinar.
Fuente/paginasiete.bo
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