La sombra del cura pederasta merodea aún en Bolivia, tras destaparse sus atrocidades.
Sesenta años de abuso de poder. Seis décadas de encubrimiento de atrocidades por parte de la Iglesia Católica. Ochenta y cinco víctimas de pederastia. La sombra del sacerdote español Alfonso Pedrajas Moreno (+) aún merodea por Bolivia y otros países.
Toda historia tiene un villano y un héroe. En este caso, junto a Pedrajas hay otras personas que fueron sus cómplices, varios ya no están en este mundo y otros, viven en la impunidad. Su sobrino Fernando fue quien destapó este escándalo que ha provocado un terremoto en Bolivia, al encontrar en 2021 el diario del tío que le enseñó a tocar guitarra, bajo el título de “Historia”.
El documento mecanografiado de 383 páginas tiene un autor: “Pica”. Fue hallado por Fernando por azares del destino, sepultado en una caja de cartón, en los recovecos de la casa de su madre fallecida, en Madrid, España. ¿Quién era “Pica”? Así se conocía a Alfonso Pedrajas en su labor de misionero en países como Bolivia, desde los años 60.
Lo que parecía una hilera de papeles con gratos recuerdos de su travesía, era una novela macabra de confesiones. “Conforme fui leyendo, me di cuenta de la realidad: mi tío fue un pederasta”. La conclusión de Fernando pertenece a una publicación del diario español El País, que destapó la caja de Pandora el domingo 30 de abril.
El País reconstruyó la vida de Alfonso Pedrajas desde que decidió dedicar su vida a Cristo, habló con autoridades religiosas, el novio del cura y víctimas de lo que él llamó “meteduras de pata”, “pecados” o “enfermedad”… “Confunde las relaciones homosexuales consentidas con las agresiones a menores”, remarca el medio.
Camino a Latinoamérica
“Pica” nació en Valencia, el 10 de junio de 1943. La religión era uno de los cimientos de su familia. Por ello, sus pasos lo llevaron a la Compañía de Jesús a los 17 años. Y en 1960 tomó la decisión de ser misionero. Alistó su mochila y partió a Latinoamérica. Desde ese momento comenzó a inmortalizar sus memorias. Así nació Historia.
Una historia que comenzó con la idea de colaborar a los más pobres, se convirtió en el suplicio de muchos. En su primera década (1961-1971), “Pica” pasó por los colegios bolivianos San Calixto, Ayacucho y el Correccional de Menores, en La Paz. En Perú, por la escuela Colombia, y en Ecuador, por el seminario San Antonio Abad.
Abril de 1964, Miraflores, Lima, Perú. Las coordenadas del primer abuso de Pedrajas, ya rebautizado como “Pica”, con tan solo 20 años. “Todavía en Miraflores, tuve mi primera metida de pata. La recuerdo como una lucha feroz con el crucifijo en la mano, como el gran fracaso de mi vida”, escribió en el diario al que accedió El País.
Desde entonces, “Pica” se dejó llevar por su faceta de pederasta, que se apoderó completamente de él a partir de los años 70, cuando fue nombrado subdirector y luego director del colegio Juan XXIII, en Cochabamba, Bolivia. Una obra construida para ayudar a niños sumidos en la pobreza, se convirtió en un infierno para muchos “beneficiarios”.
El Juan XXIII fue concebido por Pedrajas como un “pequeño Estado”, la “Pequeña Nueva Bolivia”, un sitio donde sus habitantes trabajaban para autoabastecerse, desde los religiosos hasta los menores de edad. Fue el epicentro de los abusos sexuales de este sacerdote, que varios tuvieron que aguantar para no perder el pan de cada jornada.
El abuso de poder de “Pica” se hizo patente cada día, cada semana, cada mes, cada año. Así lo describió una víctima a El País, bajo el resguardo del anonimato. “Me desperté y me estaba tocando los genitales. Tenía 15 años. Me quedé congelado, petrificado. Él me decía, con voz baja: ‘Tranquilo, no pasa nada’. Fue terrible”.
Pero algunas víctimas de Pedraza se rebelaron. Así, en 1983, él partió del Juan XXIII rumbo a las minas de Oruro. Y culpó de esta determinación a uno de sus pupilos en el colegio, pese a que había comunicado a sus alumnos que se iba para “sentir en el alma lo que siente el minero boliviano que tan explotado es”, rememora El País.
El retorno al Juan XXIII
Pero no se dio por vencido. Un año después volvió y se quedó hasta 1989, cuando pasó a dirigir a los novicios jesuitas en Oruro y Cochabamba. No dejó de lado los abusos sexuales. A la par, el peso de consciencia comenzó a pasarle factura, según su diario. Así vivió los años 90. Radicaba en La Paz y tomaba Ansietil contra la ansiedad.
Incluso, El País indica que quedó consternado en 2002 ante la noticia del descubrimiento de un escándalo de pederastia en Estados Unidos, protagonizado por John Geoghan, con al menos 130 ñiños víctimas. Entonces, entre España y Bolivia, había conocido a su pareja homosexual, a quien le contó lo que hizo y sobre sus memorias.
“Pica” recibió posteriormente un homenaje en el Juan XXIII. Y rehuyó otros, como en La Paz. Hasta que fue anoticiado sobre el cáncer que tenía. Recibió quimioterapia en un hospital de Cochabamba. Fue entonces que sus Historias dejaron de transcribirse, el 11 de octubre de 2008. Al año siguiente, el jesuita pederasta falleció en un nosocomio.
Murió en la impunidad, solapado por “al menos siete superiores provinciales y una decena de clérigos bolivianos y españoles”, inclusive un psicólogo, indica El País, quienes están en la mira por haber encubierto sus delitos y las denuncias de algunas víctimas. ¿A quiénes menciona Pedrajas en su “confesionario” de 383 páginas?
En 1978, le contó sobre los abusos a su instructor, el cura José Arroyo, ya fallecido; luego a su amigo, el jesuita catalán Marcos Recolons; en 1997, al psicólogo salesiano Ángel Tomás García; en 1999, al jesuita Luis Tó, otro pederasta que fue enviado “en misión” a Bolivia tras ser condenado; posteriormente a su provincial Ramón Alix; al teólogo Óscar Uzin, ya fallecido; y al cardenal Juan José Omella.
La conclusión es que la Iglesia Católica lo protegió, ni siquiera sus colegas le llamaron la atención por lo que hizo. Al final, el propio Pedrajas lo admite: “Lo conté tantas veces…”, tal como señala El País. Y el manto del encubrimiento sobre su caso continuó extendido por muchos años, tanto en España como en Bolivia.
Secretos bajo la sotana
Antes de su muerte, le pidió a su novio que no entregue a nadie su computadora. Su pareja fue contactada por El País y admitió que sabía lo hecho por Pica, y que él le dijo que “la Iglesia como institución lo respaldaba”. No denunció lo que conocía. Tampoco el hermano de Pedrajas al que le envió un DVD con lo que había en el ordenador.
Alguien de la familia imprimó el documento. Aquél que Fernando Pedrajas, el sobrino, halló en un lugar empolvado de la casa de su madre. Aquél que entregó a El País después de haberse topado con puertas cerradas para que se busque justicia, incluso en su familia. En su país, recurrió sin suerte a la Arquidiócesis de Madrid y la Fiscalía archivó el caso por haber prescrito.
“El silencio de la Iglesia es lamentable. Conocía desde hace décadas los abusos cometidos por Pica y de otros jesuitas. Lo ocultó con mentiras y continúa mintiendo sobre este caso”, le dijo a El País en una entrevista. “Nos asomamos a la punta del iceberg. Esperemos que, como mínimo, los implicados que encubrieron todo esto y siguen vivos sean debidamente juzgados y condenados”.
En Bolivia, el común denominador. No ha recibido respuesta sobre la investigación canónica en la Compañía de Jesús, que le pidió que le envíe el diario, e incluso el director del Juan XXIII, Luis Carrasco, le aclaró que no podía ayudar al no conocer la historia. Ahora, Fernando quiere armar una agrupación de víctimas que apoyen la denuncia.
Así, seis décadas después, hay una luz en el túnel para castigar las atrocidades de Alfonso Pedrajas, un monstruo que llevaba sotana negra.
Tres procesos abiertos en Bolivia, la esperanza para hallar justicia
Ni la Arquidiócesis de Madrid ni la Fiscalía de España abrieron un proceso para sancionar los abusos sexuales del sacerdote jesuita Alfonso Pedrajas (+), sobre todo en Bolivia. Ahora, en suelo boliviano se han presentado tres denuncias penales para que las víctimas hallen justicia.
Fernando Pedrajas, sobrino del sacerdote fallecido, relató a El País de España que se chocó contra las puertas de la Iglesia Católica y el Ministerio Público de su país para entablar un proceso, en este último caso porque el hecho había prescrito. No obstante, ahora incluso apunta a conformar una agrupación de víctimas para que apoyen esto.
Tras conocerse las atrocidades cometidas por Alfonso Pedrajas durante su estadía en Bolivia, sobre todo en el colegio Juan XXIII de Cochabamba, entre los años 70 y 80, se abrieron tres procesos. Uno de oficio, activado por la Fiscalía y que tiene epicentro en el departamento cochabambino; otro que tiene como denunciante a la Procuraduría General del Estado; y el último, impulsado por la Compañía de Jesús, orden a la que perteneció el cura conocido como Pica.
El viernes, ya se tomó las declaraciones de dos integrantes de los jesuitas en el país, quienes brindaron información que no puede ser conocida porque el caso fue declarado en reserva. El Ministerio Público no descartó que los tres procesos se unan al principal, con sede en Cochabamba. Asimismo, señaló que la Compañía de Jesús aún no entregó la lista de ocho de sus miembros suspendidos que estarían implicados en el caso.
El procurador Wilfredo Chávez señaló ayer que no nota colaboración de la Iglesia para que las investigaciones avancen. “Han declarado dos representantes de la Iglesia, no hemos notado una apertura como se hubiera esperado en ellos, eso podemos decir”.
Fuente/la-razon.com
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